Queremos compatir un artículo escrito en el año 2010 por Colectivo Indymedia Córdoba debido a que al leerlo, nos permite comprender la naturaleza de nuestras labores cotidianas y ligarlas a un todo, un todo que visibiliza la explotación sistematizada a las que se nos somete día a día, y que nos hace sentir parte de un colectivo, asimismo, explotado.
Call Centers y el nuevo modelo de acumulación de servicios
Más que una voz detrás del teléfono
La automatización del trabajo, la expansión del sector de servicios en el modelo actual de acumulación capitalista y los gérmenes de nuevas luchas.
Colectivo Indymedia Córdoba
“Buenos días, mi nombre es Ana y le llamo de Net-Art. Usted ha sido beneficiario de la promoción, sólo por hoy, de internet y llamadas locales libres a sólo $ 65,99 IVA incluido. ¿Tiene un minuto para comentarle sobre la promoción?”
1. En el siglo XIX, Ana habría trabajado en una fábrica.
En la producción artesanal cada trabajador/a dominaba las máquinas, las mantenía y administraba su propio ritmo de trabajo. Para intensificar la producción, los latigazos eran muy persuasivos.
Largas horas de observación le dieron a Frederyck Taylor unas cuantas ideas para superar la producción artesanal. El/la trabajador/a no debía administrar su ritmo de trabajo. La producción se dividió en tareas elementales que no requerían conocimientos técnicos, los encargados de ello eran los capataces. Surgió el contrato laboral y el disciplinamiento corporal por medio de la repetición de una tarea elemental en una secuencia. El Taylorismorevolucionó la producción, en 30 años duplicó su volumen y la “masificó” y su consumo fue orientado a las capas más altas de la sociedad y trabajadorxs acomodadxs.[1]
2. Hace 60 años, Ana hubiera trabajado también en una fábrica, en una línea de montaje. Largas horas de observación le dieron a Henry Ford unas cuantas ideas de cómo superar el Taylorismo. Ford inventó la producción en serie, la línea de montaje y segmentó aún más la cadena de producción. El ritmo laboral lo determinaba la línea de montaje.
Esto aumentó exponencialmente la producción y “standarizó” los productos. El consumo se reorientó hacia la mayoría de lxs trabajadorxs, ya que la estabilidad laboral y salarial les permitiría consumir autos, lavarropas, heladeras, autos, etc[2].
3. Hace unos cuantos años atrás, Ana se hubiera sumado al “espíritu Toyota”. Taiichi Ohno, miembro de la empresa, se encargó de superar los límites del fordismo.
La cadena de montaje se desarmó y la producción en serie se transformó en producción en red. Todo se produce en distintos módulos productivos, radicados donde está la materia prima, y las armadurías y ensamblajes están donde están lxs consumidorxs. La producción se orientó a la demanda y no a la oferta. Recién cuando el consumidor/a requiere un producto se inicia la cadena.
En la producción en red hay un núcleo y una periferia, a los que corresponden dos clases de trabajadorxs; lxs estables en el centro y lxs precarizadxs, en la periferia, conformándose además otra franja: lxs excluidxs.[3]
4. Actualmente el capitalismo no es más capitalismo de la producción, sino es capitalismo del producto. El marketing no es sólo una técnica de venta, es un dispositivo de construcción de relaciones sociales, de información, de valores para el mercado. En la empresa postfordista la publicidad es producción de subjetividad. No sirve sólo para informar sobre el mercado, también lo constituye. Está en relación "interactiva" con el consumidor/a, se vuelve no sólo sobre sus necesidades, sino además sobre sus deseos. No produce solamente el consumidor, sino "el individuo" del capitalismo inmaterial.[4]
En este nuevo modelo de acumulación los servicios se expandieron. “La nueva fuente de producción de riquezas del capitalismo posmoderno es el intelecto, y el trabajo, de esta manera, asume la característica de trabajo inmaterial. Es decir, trabajos automatizados que no producen un objeto material como resultado final, sino que se trabaja con la inteligencia, la sensibilidad, la comunicación y el lenguaje de lxs trabajadorxs sin un producto final autónomo.”[5]
5. En Córdoba, las empresas de CallCenter y WebHosting, comienzan a radicarse atraídas por las leyes provinciales. En el 2005, gobierno de De La Sota , se sancionó la Ley 9232 que “otorga la exención total de pago de los impuestos sobre los ingresos brutos, de sellos e inmobiliarios”[6] para las empresas del sector, además de subsidios para contratación y capacitación de trabajadorxs y alquiler de locales.
Actualmente hay más de 20 empresas con más de 20.000 trabajadorxs, y es el núcleo de producción de la actividad de atención telefónica del país.
La Cámara Empresaria de Servicios y Contactos para Terceros (CESCT) elaboró en el 2006 un convenio colectivo para lxs trabajadorxs de call center, junto con la Asociación Gremial de Empleados de Comercio de Córdoba (AGEC) y el gobierno provincial.
En él, “no son reconocidos/as como trabajadores/as telefónicos/as y tampoco cuentan con ningún delegado/a gremial que represente sus intereses y derechos.”[7] Además este convenio permite al empresariado avasallar todos los derechos laborales, por ejemplo: “Cambiaron más de una vez nuestros horarios de trabajo. Soportamos vagar de una isla a otra debido a que no estaban todas terminadas, aceptamos trabajar 6hs diarias los días viernes y no 4hs como se nos había dicho al principio. Trabajamos días sábados gratuitamente. Nos dimos cuenta que de las prometedoras 5 ventas diarias que se podían realizar sólo en el mejor de los casos el promedio era de 0.3 ventas por operador ya que trabajamos durante todo el tiempo con bases de clientes quemadas…”[8]
6. En este oscuro panorama laboral, y a medida que el tiempo ha ido dejando en evidencia las consecuencias de las condiciones de trabajo de los calls en la salud física y psíquica de lxs trabajadorxs, se han ido gestando voces de resistencia. Por fuera de estructuras sindicales que lxs ignoran y de la vigilancia y castigo del empresariado, lxs teleoperadorxs ejercitan y defienden sus derechos. El “vinchazo”, colgar el auricular, ya es una práctica generalizada para marcar la disconformidad salarial, de insalubridad o hacinamiento; las intervenciones callejeras, marchas de máscaras, informes y documentales, reuniones clandestinas y, últimamente, proyectos de ley, uno provincial y otro a nivel nacional. El mensaje es el mismo en todas las acciones: “trabajadorxs de calls center ¡En Lucha!”
La automatización del trabajo, la expansión del sector de servicios en el modelo actual de acumulación capitalista y los gérmenes de nuevas luchas.
Colectivo Indymedia Córdoba
“Buenos días, mi nombre es Ana y le llamo de Net-Art. Usted ha sido beneficiario de la promoción, sólo por hoy, de internet y llamadas locales libres a sólo $ 65,99 IVA incluido. ¿Tiene un minuto para comentarle sobre la promoción?”
1. En el siglo XIX, Ana habría trabajado en una fábrica.
En la producción artesanal cada trabajador/a dominaba las máquinas, las mantenía y administraba su propio ritmo de trabajo. Para intensificar la producción, los latigazos eran muy persuasivos.
Largas horas de observación le dieron a Frederyck Taylor unas cuantas ideas para superar la producción artesanal. El/la trabajador/a no debía administrar su ritmo de trabajo. La producción se dividió en tareas elementales que no requerían conocimientos técnicos, los encargados de ello eran los capataces. Surgió el contrato laboral y el disciplinamiento corporal por medio de la repetición de una tarea elemental en una secuencia. El Taylorismorevolucionó la producción, en 30 años duplicó su volumen y la “masificó” y su consumo fue orientado a las capas más altas de la sociedad y trabajadorxs acomodadxs.[1]
2. Hace 60 años, Ana hubiera trabajado también en una fábrica, en una línea de montaje. Largas horas de observación le dieron a Henry Ford unas cuantas ideas de cómo superar el Taylorismo. Ford inventó la producción en serie, la línea de montaje y segmentó aún más la cadena de producción. El ritmo laboral lo determinaba la línea de montaje.
Esto aumentó exponencialmente la producción y “standarizó” los productos. El consumo se reorientó hacia la mayoría de lxs trabajadorxs, ya que la estabilidad laboral y salarial les permitiría consumir autos, lavarropas, heladeras, autos, etc[2].
3. Hace unos cuantos años atrás, Ana se hubiera sumado al “espíritu Toyota”. Taiichi Ohno, miembro de la empresa, se encargó de superar los límites del fordismo.
La cadena de montaje se desarmó y la producción en serie se transformó en producción en red. Todo se produce en distintos módulos productivos, radicados donde está la materia prima, y las armadurías y ensamblajes están donde están lxs consumidorxs. La producción se orientó a la demanda y no a la oferta. Recién cuando el consumidor/a requiere un producto se inicia la cadena.
En la producción en red hay un núcleo y una periferia, a los que corresponden dos clases de trabajadorxs; lxs estables en el centro y lxs precarizadxs, en la periferia, conformándose además otra franja: lxs excluidxs.[3]
4. Actualmente el capitalismo no es más capitalismo de la producción, sino es capitalismo del producto. El marketing no es sólo una técnica de venta, es un dispositivo de construcción de relaciones sociales, de información, de valores para el mercado. En la empresa postfordista la publicidad es producción de subjetividad. No sirve sólo para informar sobre el mercado, también lo constituye. Está en relación "interactiva" con el consumidor/a, se vuelve no sólo sobre sus necesidades, sino además sobre sus deseos. No produce solamente el consumidor, sino "el individuo" del capitalismo inmaterial.[4]
En este nuevo modelo de acumulación los servicios se expandieron. “La nueva fuente de producción de riquezas del capitalismo posmoderno es el intelecto, y el trabajo, de esta manera, asume la característica de trabajo inmaterial. Es decir, trabajos automatizados que no producen un objeto material como resultado final, sino que se trabaja con la inteligencia, la sensibilidad, la comunicación y el lenguaje de lxs trabajadorxs sin un producto final autónomo.”[5]
5. En Córdoba, las empresas de CallCenter y WebHosting, comienzan a radicarse atraídas por las leyes provinciales. En el 2005, gobierno de De La Sota , se sancionó la Ley 9232 que “otorga la exención total de pago de los impuestos sobre los ingresos brutos, de sellos e inmobiliarios”[6] para las empresas del sector, además de subsidios para contratación y capacitación de trabajadorxs y alquiler de locales.
Actualmente hay más de 20 empresas con más de 20.000 trabajadorxs, y es el núcleo de producción de la actividad de atención telefónica del país.
La Cámara Empresaria de Servicios y Contactos para Terceros (CESCT) elaboró en el 2006 un convenio colectivo para lxs trabajadorxs de call center, junto con la Asociación Gremial de Empleados de Comercio de Córdoba (AGEC) y el gobierno provincial.
En él, “no son reconocidos/as como trabajadores/as telefónicos/as y tampoco cuentan con ningún delegado/a gremial que represente sus intereses y derechos.”[7] Además este convenio permite al empresariado avasallar todos los derechos laborales, por ejemplo: “Cambiaron más de una vez nuestros horarios de trabajo. Soportamos vagar de una isla a otra debido a que no estaban todas terminadas, aceptamos trabajar 6hs diarias los días viernes y no 4hs como se nos había dicho al principio. Trabajamos días sábados gratuitamente. Nos dimos cuenta que de las prometedoras 5 ventas diarias que se podían realizar sólo en el mejor de los casos el promedio era de 0.3 ventas por operador ya que trabajamos durante todo el tiempo con bases de clientes quemadas…”[8]
6. En este oscuro panorama laboral, y a medida que el tiempo ha ido dejando en evidencia las consecuencias de las condiciones de trabajo de los calls en la salud física y psíquica de lxs trabajadorxs, se han ido gestando voces de resistencia. Por fuera de estructuras sindicales que lxs ignoran y de la vigilancia y castigo del empresariado, lxs teleoperadorxs ejercitan y defienden sus derechos. El “vinchazo”, colgar el auricular, ya es una práctica generalizada para marcar la disconformidad salarial, de insalubridad o hacinamiento; las intervenciones callejeras, marchas de máscaras, informes y documentales, reuniones clandestinas y, últimamente, proyectos de ley, uno provincial y otro a nivel nacional. El mensaje es el mismo en todas las acciones: “trabajadorxs de calls center ¡En Lucha!”
[2] Id
[3] Id
[4] Lazzarato, M. y Negri, A. Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción de subjetividad. DP&A Ed. Rio de Janeiro 2001.
[5] Farcy, Emanuel. Nuevas tecnologías, trabajo inmaterial y luchas por derechos.
[6] Id
[7] Id
[8] Testimonio de un teleoperador en Carta al presidente de jazztel. http://argentina.indymedia.org/news/2006/04/395993.php 11/04/2006
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