miércoles, agosto 01, 2012

¿Puedo ir al baño?

Recuerdo que cuando estaba en el kinder o en la escuela y me daban ganas de ir al baño, tenía que levantar la mano en media clase, esperar a que la "niña" o "el profe" me diera la palabra y hasta entonces, preguntar si podía salir. Algo curioso es que nunca me dijeron que no. Asumo que todo el mundo sabía lo perjudicial que podría ser para mí y para la clase llevarle la contraria a mi sistema urinario o digestivo. Claramente, en ese entonces, tenían que percatarse de mi salida para estar pendientes de mi llegada: si duraba demasiado tiempo fuera, significaba que algo malo me pudo pasar en el camino ¿Cierto? Hasta tierno suena cuando una lo recuerda, me estaban cuidando.

Pero la historia ya no es tan soñada y rosadita. Juzguen ustedes: a mis 25 primaveras, trabajando en un call center, previa solicitud de mi vejiga o colon, tengo que "pedir permiso para ir al baño" a mi supervisor. Aplico el procedimiento aprendido en mi niñez: levanto la mano, espero a ser notada, y hasta entonces, pregunto. La diferencia entre el antes y el ahora, aparte de la cara, es que por más alto que levante mi brazo o por más fea que sea la mueca de dolor que le hago a mi jefe, 80% de las veces no me da permiso de levantarme, aunque con mis dedos le señale que tengo que hacer del 2. Bien podría agregar a mi experiencia laboral mi "capacidad de aguntar las ganas de orinar y/o defecar durante más de 3 horas".

¿Mi jefe me quiere cuidar? ¿Ir al baño es muy peligroso para una ingenua y vulnerable joven como yo? ¿Las regresiones a mi niñez estimulan mi nivel de productividad? Simplemente, esto sucede porque los tiempos de desayuno, café o baño no se encuentran regulados por ley. Ingenua y hasta sádicamente me dijeron en el Ministerio de Trabajo que en este caso, es mi jefe quien debe utilizar el sentido común para definir cuándo y cuánto tiempo puedo dejar mi cubículo ¿Quieren saber cuál es el orden natural de las cosas para ese mae? Quien tiene el poder explota a quien no lo tiene...hasta que literalmente se le salgan las entrañas. Al final de cuentas, le sale más barato pasar un trapeador y llenar el aire de aromatizador, que dejar que me levante menos de 5 minutos de mi puesto de trabajo.  

Una cosa es segura: si no nos organizamos pronto para regular vía legislativa nuestra labor en call center, dentro de varios años trabajaremos en pañales...


¡Tenemos voz, tenemos rostro, tenemos derechos!
CALLS ORGANIZADOS

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